Se volaron. Ya estaban cansados de llevar una existencia como animales en el monte, en las selvas y montañas, viviendo en la clandestinidad y sufriendo los rigores de la absurda guerra terrorista que adelantan grupos armados ilegales en Colombia. La presión de las Fuerzas Militares también fue un factor clave que los impulsó a desmovilizarse.
Se trata de tres jóvenes, uno oriundo de Tumaco y los otros dos de Barranquilla y Sincelejo, respectivamente, reclutados bajo engaños por la banda paramilitar conocida como el Clan del Golfo.
Los tres muchachos, cuyas edades oscilan entre los 20 y 23 años, fueron reclutados con falsas promesas de empleo en el Bajo Cauca Antioqueño. Lejos estaban de imaginar que sus vidas se convirtirían en un verdadero infierno.
De acuerdo con «El Flaco», un joven de 21 años, cuya identidad mantenemos en reserva por motivos de seguridad para él y su familia, en el año 2021 se encontraba en Cali buscando trabajo para mejorar su vida. Atrás dejó a su natal Tumaco, el hambre y la falta de oportunidades para subsistir lo obligaron a abandonar a su familia y tratar de conseguir un empleo en otras tierras.
«En Cali se me acercó una vez un señor que me vio triste y con hambre, me dijo que él podría conseguirme una chamba (trabajo) en el Bajo Cauca. Me dio plata para el pasaje y al llegar a Caucasia me esperaron otros señores que me dijeron que el trabajo estaba en Nechí, Antioquia. Yo ni por ahí sospechaba nada malo, era tan grande el deseo y la necesidad de trabajar que no reparé en sospechas. Al llegar a ese pueblo, me dijeron que estaba reclutado por el Clan del Golfo y que si no me iba para el monte con ellos me mataban», explicó el joven tumaqueño.
Desde ese momento comenzó a vivir lo que él catalogó como un infierno. Lo llevaron a una zona boscosa en el área rural de Nechí, le empezaron a dar instrucción en el manejo de armas de fuego, le dieron uniformes, botas y le daban también cursillos ideológicos.
El muchacho reconoce que participó en numerosos actos delictivos como extorsiones y amenazas a comerciantes de Caucasia y otros municipios del Bajo Cauca. También estuvo en combate contra el ELN y la fuerza pública en esta subregión del país.
Cómo se desmovilizó
«El Flaco» asegura que nunca buscó esa vida criminal. Por su mente pasaba siempre la idea de escapar de ese destino, de volver a ver a su familia y amigos en Tumaco. «Solo estaba esperando la oportunidad para volarme y dejar todo esto atrás. Los jefes nos decían que el que se volara era hombre muerto. Sentía mucho miedo, pero me llené de paciencia para escapar de esa vida de terror», asegura el muchacho con timidez y un dejo de tristeza por todo lo que le tocó vivir en las filas del Clan del Golfo.
La oportunidad que tanto estaba esperando, por fin llegó cuando le ordenaron que asesinara a uno de sus compañeros. Si no lo mataba entonces lo asesinarían a él. Se fue a cumplir esa orden pero ya en su mente revoloteaba la idea de escaparse.
«Jamás mataría a un ser humano, por eso decidí escaparme hace 20 días. Salí del campamento y comencé a correr y a correr durante cuatro días por montañas, atravesando riachuelos y sin comer casi nada, solo guayabas o cualquier fruta que me encontraba en esos montes. Gracias a Dios me encontré con dos viejitos, quienes me dieron comida, ropa y pude descansar un día. Después busqué al Ejército y me entregué», dijo El Flaco.
Los soldados lo trasladaron hasta el Batallón Rifles, cuyo comandante, el teniente coronel Jhon Martínez, dispuso de todo lo pertinente para hacer efectivo el proceso de reinserción de este joven tumaqueño a la sociedad civil.
«Aquí me han tratado muy bien los del Ejército, con mucho respeto, me dan alimentación y me permiten hablar con mi familia. Me gustaría estudiar la primaria, el bachillerato y luego una carrera de ingeniería. Ese es mi sueño, ser un hombre de bien en la vida. Me arrepiento de haber perdido todo este tiempo con esa gente en el monte, donde estuve obligado y amenazado», puntualizo el tumaqueño.
La historia de un joven barranquillero
Eider (nombre cambiado), de 23 años de edad, es un muchacho barranquillero, seguidor del Junior, quien relata que un día estaba en el barrio Las Flores, en el norte de la capital del Atlántico, desempleado pero con muchas ganas de trabajar para sostener a su mujer y a su pequeña hija.
Hace año y medio lo contactó un hombre en ese populoso barrio de Barranquilla, y le dijo que si quería trabajar y ganar buena plata. «Lógico, yo estaba desempleado y no conseguía nada de trabajo, y ante esa oferta no lo pensé dos veces, solo le dije que sí aceptaba. Me dijo que tenía que viajar con él a Caucasia para trabajar como escolta de un señor que tenía minas y como yo estuve en el Ejército más rápido coronaría ese trabajo», indicó.
Este joven trabajaba como diseñador con un hermano hasta que quedó desempleado. El hambre y el ocio lo estaban matando poco a poco, por eso no dudó en aceptar la propuesta de trabajo en el Bajo Cauca. Sin embargo al llegar a Caucasia el panorama cambió, le dijeron que había sido reclutado por el Clan del Golfo y que ya no se podía echar para atrás porque sino lo mataban.
«Me llevaron a unos montes por los lados de Piamonte, nos dieron armas y nos asignaban misiones de vigilancia en varios pueblos de esta región y de evitar que los del ELN o el Ejército se metieran a nuestros territorios. Me engañaron para estar en ese grupo, hasta que me cansé de esa vida. Abrí los ojos. Me volé y contacté al Ejército para entregarme. Mis planes son seguir adelante como un ciudadano de bien, estudiar para formarme y velar por mi hija y mi mujer», precisó Eider con la mirada alegre, augurando lo que será su nueva vida.
También lo engañaron
Otro que cayó en las redes de reclutamiento forzado del Clan del Golfo fue un joven sincelejano de 21 años, a quien se lo llevaron para el monte bajo una falsa promesa de empleo en el Bajo Cauca.
«Me prometieron un trabajo seguro en una finca y terminé fue reclutado. Allá en Sincelejo un hombre me planteó conseguirme un empleo en Caucasia, yo estaba sin hacer nada y por eso acepté. Cuando llegué acá fue que me dijeron que estaba reclutado por el Clan del Golfo. Estuve 9 meses y 28 días con esa gente», explico el muchacho.
Logró evadirse porque sufrió heridas al caer en una mina antipersonal en un combate con el ELN. Como pudo sobrevivió a las heridas, estuve bastante mal y apenas se le presentó la oportunidad se les escapé y buscó al Ejército. Sabia decisión porque aborrecía lo que hacía bajo amenazas en las filas del Clan del Golfo.
Para estos tres muchachos no vale la pena llevar una vida de esa forma en los grupos ilegales. Por eso coinciden en enviarles un mensaje a los jóvenes que están en esos grupos engañados o por voluntad propia: «Vuélense en cuanto puedan, escapen y regresen con sus familias, abran los ojos y no pierdan sus vidas en esos grupos porque lo que les espera es una tumba o un calabozo», dijeron a esta redacción estos tres jóvenes que hoy están bajo la protección del Estado colombiano y esperan cambiar sus vidas para bien.
Por su parte, el teniente coronel Jhon Martínez, comandante del Batallón de Infantería Aerotransportado No. 31 Rifles, del Ejército Nacional, indicó que hasta la fecha, en lo corrido del año se han desmovilizado entre 40 y 50 jóvenes que pertenecían a los grupos armados ilegales que delinquen en la subregión del Bajo Cauca Antioqueño.
El oficial explicó que los desmovilizados son atendidos en materia de salud, alimentación, medicinas, ropa, derechos humanos y tratamiento psicológico en las instalaciones del Batallón Rifles. Después de una serie de procesos y requisitos son trasladados a Bogotá, en donde comienza la reinserción de estas personas a la sociedad civil a cargo de los entes e instituciones competentes del Estado colombiano.