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«Los perseguían disparándoles como en un safari»: aseguran familiares de los detenidos en Venezuela

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“Ayúdenos, por favor, los medios internacionales son nuestra única esperanza”, dice con la cara llena de lágrimas y la voz quebrantada Coralia García, una señora de 58 años. “Tienen que informar sobre las injusticias que están pasando aquí, porque en Venezuela ya no hay medios ni hay justicia”, añade.

García tiene dos días acudiendo a las afueras de Zona 7, un centro preventivo de reclusión de la Policía Nacional Bolivariana.

Viene a brindarle compañía y apoyo moral a su amiga, Jenny Merentes, cuya hija es una de las más de 1.200 personas que han sido detenidas en las protestas que estallaron en varias zonas del país tras el anuncio del Consejo Nacional Electoral que dio como ganador de la elección presidencial a Nicolás Maduro, con 51% de los votos.

Merentes, quien vive en Carpintero, un barrio popular en Petare, en el este de Caracas, me cuenta al borde de las lágrimas que su hija, Wendy Milanés, fue detenida injustamente.

“Ella trabaja en una panadería y al salir agarró un mototaxi para irse a cuidar a su hijo en la casa. Cuando pasaba por Chacao la policía los paró y se la llevaron a ella y al pobre mototaxista”, le dice a BBC Mundo.

“Ella no ha participado en manifestaciones ni mucho menos en guarimbas (protestas)”, prosigue. “Su jefe me dijo que hay videos que muestran que estaba trabajando, ¡incluso llevaba el uniforme de la panadería cuando la arrestaron! No me han dejado pasarle ropa y no sé si le darán la comida que le mando”, añade y deja salir el llanto que con dificultad estaba tratando de contener.

Muchos de los detenidos en Zona 7 provienen de Petare, una zona popular en el este de Caracas
Merentes cuenta que a su hija, de 31 años, la detuvieron el lunes y pasó por dos centros de detención en Caracas antes de que la enviaran a Zona 7.

Solo pide que se le haga un proceso justo en el que puedan mostrar los videos en la panadería que comprueban que no estaba en ninguna “guarimba”.

«Arrestaron a mucha gente inocente»

El mandatario Nicolás Maduro tildó a las personas que han sido detenidas de criminales y terroristas. Asimismo señaló, sin presentar evidencia, que los detenidos habían sido entrenados en Perú, Chile, Texas (Estados Unidos) y Colombia para “atacar” y “quemar” en Venezuela.

En las afueras del centro de detención el ambiente es fúnebre, las caras son largas y muchos tienen los ojos hinchados de tanto llorar.

“Arrestaron a mucha gente inocente. La mayoría son muy jóvenes, de 16 o 18 años”, dice una señora de la tercera edad desde una colchoneta, en la que ha dormido desde el domingo esperando tener alguna información sobre su nieto.

Algunos están allí desde la misma noche de la elección, cuando sus familiares fueron detenidos; otros llegaron tras las protestas del lunes y el martes.

Unas pocas familias se han traído colchonetas y almohadas para tomar siestas durante el día, pero les cuesta dormir. Muy pocos han logrado obtener información sobre sus familiares detenidos. Algunas madres temen que sus hijos estén siendo torturados.

La gran mayoría proviene de zonas humildes de la capital venezolana, que son las que han liderado las protestas en contra de lo que consideran que fue un fraude electoral.

Pese a la angustia y la difícil situación de todos los presentes, hay mucha solidaridad. Comparten el agua, el café que traen en termos, mordiscos de sándwiches que preparan en sus casas y, sobre todo, historias.

Todos manejan exactamente la misma información, porque la poca que se cuela corre como la pólvora. Me contaron que entre los detenidos hay un señor de la tercera edad, un joven que sufre de ataques de epilepsia, y que ya le han dado varios episodios, e incluso una mujer embarazada que presuntamente fue maltratada.

Toda esta información es imposible de confirmar desde las afueras de la prisión.

«Salieron a comprar un refresco y se los llevaron presos» Algunos dicen que no tienen ánimos ni fuerzas para hablarle a la prensa, otros prefieren no revelar su identidad. “Si estuviéramos en un país libre te daría declaraciones, pero con estos desgraciados uno nunca sabe. Quizá lo que digamos lo utilicen en nuestra contra”, suelta una abuela de unos 70 años, antes de mostrarme una foto de su “niña” a quien espera volver a ver sana y salva.

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