Cada renglón lo cumplió con lujo la Selección Colombia, que venció 5-0 a una Panamá valiente para poner la cara a tanto golpe de talento, a semejante superioridad, a una demostración de jerarquía de un sólido candidato al título de la Copa América 2024.
A los 5 minutos un primer susto y no por una ocasión de gol: un codazo directo a la nariz de Luis Díaz que era para una amarilla aclamada y terminó impune.
Pero de esa injusticia vino un tiro de esquina presionado cobrado por James, un pase a la cabeza de Jhon Córdoba, quien aguantó la marca y la falta y aún así ganó la posición para el gol de cabeza que abrió la cuenta a los 8 minutos.
Y antes de la reacción del rival, otro puñal al corazón: una gran proyección de Arias provocó una clarísima falta del portero para el penalti que cobró James, potente y arriba, que ya en el primer cuarto de hora dejaba la cuenta 2-0. Serio, como tocaba, el equipo de Lorenzo.
A Colombia la quería en Glendale hasta la suerte, pues a los 17 vino una jugada en la que el cabezazo de Miller vencía a Vargas pero se estrellaba en el palo y, en el recorrido sobre la línea, le daba al portero la ocasión de manotear y salvar su puerta.
Después, el coqueteo de Colombia con el tercero de la tarde: lo tuvo Córdoba en una salida rápida, también Arias en un remate desviado, una vez más Díaz en una gran asociación con James, otra vez el guajiro perdiendo un buen pase pero rebuscando un centro que no llegó a ninguno de amarillo desde el suelo.
El tema es que al ir tan al ataque quedaban espacios atrás que los panameños aprovechaban para amenazar, por suerte sin puntería, mientras atrás igual resolvían bien Muñoz y Ríos.
Hasta que todo se resolvió con una viveza: Una falta en el medio, James mirando sin mirar y, cuando nadie lo esperaba, pelota al espacio para Díaz y remate a la salida desesperada del arquero, quien nada pudo hacer cuando lo bañó la pelota y se le coló para el 3-0 a los 41 minutos.
El lunar terminó siendo el doble rasero del árbitro Mariani con los panameños, que se cansaron de pegarle a Díaz, a James, a Arias.. Repartieron golpes impunemente, mientras en Colombia la falta de Uribe se castigó de inmediato.
El complemento casi sobró, de hecho fueron más las interrupciones que el juego. Entendió pronto Lorenzo el riesgo que corrían el número 7 y el 11, destinatarios de la mayoría de las patadas de los panameños, y a los 65 los reemplazó por Sinisterra y Carrascal, respectivamente.
El trámite final parecía de administración de la ventaja ante un rival superado por la calidad de su oponente y por el cansancio de no llegar a crear ocasiones para descontar, pero Ríos se salía del libreto y, cuando nadie lo esperaba, a los 70 minutos metía un riflazo desde afuera del área que se le colaba al ángulo al portero Mosquera. ¡Golazo! Sí, había penalti contra Muñoz, pero gol siempre es más que falta.
Y para el moño, un recién llegado: un atropellamiento increíble de Córdoba a Arias, que tenía cara de tarjeta naranja, terminó en un penalti indiscutible que convirtió el que faltaba, el que volvió por sus fueros con gol, el que no le come ni al Dibu Martínez, el que con autoridad anotó a los 90+1 el 5-0 definitivo, primera goleada de semejante calibre para una selección nacional en una Copa América.
Y así sorteó Colombia su obstáculo previo a la semifinal. Respetar a un rival inferior es golearlo. Así como lo hizo la tricolor en la calurosa Glendale. Ahora, que sea Uruguay, que sea Brasil, que para ser campeón hay que ganarles a todos.