Colombia superó de manera contundente, inapelable, indiscutible a un débil Chile, que cayó 4-0 y pudo recibir más goles de un equipo abrumadoramente superior, que no renunció nunca al ataque, que respetó goleando y celebró con lujo en Barranquilla. Atrás quedaron las penas de El Alto, en Bolivia.
El primer intento de Jhon Arias desde afuera, el gran cabezazo de Sánchez en el tiro libre de James que tapó abajo el portero, el siempre eficiente saque de Camilo Vargas que cayó preciso a Díaz, su lujo en la recepción y el cambio de frente a Córdoba para la pérdida en el mano a mano con el arquero. Era el rotundo dominio de un local al que le faltaba, de nuevo, una pizca de precisión, y la operación resistencia de un rival refugiado en su zona de recuperación, que aguantaba como podía la primera media hora con su arco invicto.
Y se acomodaba mejor Colombia, y se juntaban Córdoba, Lucho y James pero se le iba apenas abierto el remate al capitán; y venía el túnel del 10 a Osorio y la revancha del chileno con un pisotón que increíblemente no se castigó y sobre el cierre de la primera parte le arruinaban el gol a Córdoba en otra jugada que armaba él, que abría a Lucho y que él mismo finalizaba, pero por fuera de lugar se anulaba todo.
Y entonces, Córdoba al banco y por fin Durán al campo. Y otra vez James, siempre James: de su presión en el área rival vino la asistencia para Díaz y el gol de la tranquilidad a los 52 minutos, el que daba sentido al dominio inicial y el que celebraban bailando los de blanco, como siempre, como correspondía ante un rival muy limitado.
Colombia se fue encima de su rival para consolidar su recuperación tras el amargo trago de la derrota contra Bolivia y se hizo normal ver a Dávinson, a Lerma, a Ríos merodeando el área para certificar una superioridad que siempre fue notoria.
Llegaron al partido Carrascal y Sinisterra y fue este último el que le puso el moño a la cálida tarde en Barranquilla con el pase profundo que Durán convirtió en gol con un remate potente, imposible para cualquier arquero, ratificando su inmenso poder en definición y la pólvora que trae cuando viene desde el banco. Golazo, goleada 3-0 justa y mucho más ajustada a la realidad de lo que había sido todo el partido.
Un fuera de juego le negó a Sinisterra su gol a los 90+1 en la primera toma, pero en la segunda el VAR le dio la razón al recién llegado y fue el 4-0 contundente, feliz a pesar del delay, el del orgullo de atacante y el grito contenido en la tribuna.
Y así se fue el tiempo, en un dominio siempre abrumador, casi corto para el dominio del ganador sobre su inofensivo oponente y la victoria, tan justa, tan necesaria, tan aliviadora. Golear, gustar, celebrar y volver a ir tras los pasos de Argentina, que tendrá que sumar para no ceder el liderato en la tabla. ¡Somos felices y sí que lo sabemos!